Qué importante y sano
es el buen humor. Reírnos de nosotros mismos y de cuanto pulula y se mueve a
nuestro alrededor, nos oxigena y nos da vida. Incluso en los peores momentos
nunca está demás la sonrisa y se agradece tanto como un claro en la tormenta.
En ocasiones es necesario ponerse serio y hay enfados justos e inevitables,
pero cuanto menos duren, mejor. Siempre preferiré el oporto al
vinagre, la luz a las tinieblas y la risa al llanto. Por lo que a mí respecta,
a veces me enojo mucho y explosiono, digo barbaridades, y a los pocos minutos
se me pasa todo. De ser cierto eso de que para ser alguien en este mundo hay
que tener enemigos, prefiero seguir siendo un don nadie. En fin, ojalá el
bosque siempre florezca y se ilumine con sonrisas. Y seré fiel a mi creencia de
que cuando algo ya está dicho no hay porqué agrandarlo innecesariamente.
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