A ver, ya me hice un lío. Resulta que no hay que mirar a los
ojos sino al alma, ¿y si el alma no se asoma a ellos, dónde podré verla? Otros
me dicen que no hay que hacer caso de los mitos y que lo importante son las
palabras. Pero si alguien no sabe o no se atreve a expresar lo que siente,
puede pasarse horas y horas hablando, perdiendo el tiempo en agotadores rodeos
y sin decir apenas nada. Cuando acabamos con el “dilo tú primero”, “no me
atrevo”, “no estoy seguro”, “sí, pero…”, el lenguaje no verbal puede ayudarnos
a salir del atascadero. En tales casos saber leer en los ojos del otro el amor
o el deseo, es el mejor medio de despejar dudas y superar el miedo al fracaso.
No domino ese lenguaje, y al igual que a algunos les cuesta juntar letras, a mí
me resulta difícil y complicado entenderlo. Cuántas veces he tenido que oír
aquello de: ¿no te das cuenta, no ves cómo te mira? Y yo sólo veo que me está
mirando, pero ni sé ni me atrevo a interpretar el “cómo”. En fin, que soy
analfabeto.
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