¿Y si no fuera cierto? Desde que me hice esta pregunta por
primera vez, allá en la adolescencia, hasta hoy que me la hago varías veces al
día, sigo abriendo el amplio y oscuro abanico de dudas e incertidumbres sin
resultado alguno, porque nada ni nadie puede garantizarnos que lo que en este
preciso instante es, no deje de
serlo en pocos segundos, y ni siquiera que ese “es”, tan contundente y
tranquilizador, no sea un mero espejismo. Pero necesitamos apoyarnos en algo y
es casi inevitable creer en ello, aunque luego se hunda bajo nuestros pies.
Nuestras vidas no son ecuaciones matemáticas que, de un modo u otro, podamos
resolver con exactitud. Además de la nuestra hay otras voluntades en juego y,
cómo no, el caprichoso azar haciendo de las suyas. Por eso prefiero más
improvisar que planificar las cosas, sobre todo cuando el resultado no depende
sólo de mí. Lo improbable me excita, lo probable me acaba agobiando, y no hay
nada seguro. Ante tanto ¿y si no fuera cierto?, no queda otra que asumir el
riesgo y quitarle el “no” para seguir viviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario