Mi pareja de hecho, la soledad, y yo, hemos solventados
ciertas discrepancias que enturbiaban nuestra relación. Pese a no ser celosa,
me exige un cierto orden en mi vida y que le dedique parte de mi tiempo. No ve
mal mis escarceos amorosos y entiende que le sea infiel de vez en cuando, pero
reivindica su espacio y, en determinados momentos, no soporta que nadie usurpe
su lugar. Ambos sabemos que somos inseparables y que la necesito más que ella a
mí. A estas horas nos gusta compartir lecturas, música y silencio, y nos sobran
terceros. Llevamos toda una vida juntos y la amo, aunque, a veces, prefiera la
compañía de otra de mi misma especie capaz de ofrecerme alma y cuerpo. En tales
casos, se va, se desvanece, pero siempre regresa sin hacerme reproches, y finge
ser mujer cuando me nota triste y se da cuenta de a quién echo de menos.
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