A las diosas se las adora y se las teme, pero, ¡Ay de aquel que se
aventure a amarlas! ¿Puede un simple mortal enamorar a una deidad? Todo apunta
a que sí, porque el amor no cede ni se frena ante nada ni ante nadie. Y aquí y
ahora, como en la antigua Hélade, hasta lo más peregrino e inimaginable puede
suceder. Algunas de aquellas divinidades continúan entre nosotros, y aunque
habitan en cuerpos de mujer, sus poderes y su belleza son los mismos de antaño.
Si te miran y te sonríen estás perdido, porque tan fácil es sucumbir a sus
encantos, como imposible olvidarlas después
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