domingo, 2 de noviembre de 2014

BUENAS NOCHES

De esta leyenda hay varias versiones; la que voy a contarles es mi preferida.


Resulta que la ninfa Liríope tuvo un hijo, y preocupada por su futuro consultó a un vidente, el cual le aseguró que el joven viviría muchos años mientras no se conociera a si mismo. Hasta aquí todo bien, ya que si la única condición fuera esa, todos viviríamos tantos o más años que Matusalén. Pero cuando hay ninfas y diosas de por medio, nunca se sabe. Narciso, que así se llamaba el hermoso joven, gustaba de cazar ciervos en el bosque, y, Eco, una ninfa que andaba por allí, se enamoró de él. En fin, cosas que pasan. La tal Eco había sido maldecida por Hera, la esposa de Zeus, a solo poder repetir lo que otros decían, y no pudo comunicarse con Narciso hasta que el joven, le preguntó al oírla llegar, ¿quién está ahí?, a lo que Eco sólo pudo responderle, ¿quién está ahí? Harto de que ella le contestara lo mismo que él le preguntaba, Narciso la dejó plantada en medio del bosque. La pobre Eco se quedó sola para siempre y nunca conoció el amor. Lo malo es que el muchacho, que era excesivamente vanidoso, rechazó a algunas más, y una de ellas no se resignó como las otras, y pidió a la diosa Némesis que lo castigara. De modo que esta le hizo sentir mucha sed, y cuando fue a beber a un arroyo y vio su imagen reflejada en él, se enamoró de si mismo, y por no dañar su reflejo ni dejar de mirarse, acabó muriéndose de sed. Se cuenta que entonces intervino su madre, y al morir se convirtió en flor. Bueno, ya saben de dónde proceden los narcisos. 

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