sábado, 22 de noviembre de 2014

BUENAS NOCHES


Hay muchos tipos de heridas, y no me refiero a las del cuerpo, sino a las que laceran lo más hondo, a aquellas que tanto tardan en cicatrizar o no cicatrizan nunca. Las del desamor, el odio, la injusticia, la incomprensión, la intolerancia y el miedo, son terribles y muy difíciles de curar. Después están las otras que magnificamos innecesariamente. Simples malos entendidos, llamadas de atención, leves arañazos al ego, que no son más que meros incidentes banales y diminutas bolas de nieve, acaban provocando rupturas y aludes de reproches cuando el orgullo se impone a la razón. Una vez reconocido y asumido el error, es innecesario tratar de justificarlo y culpar a quien nos lo hizo ver. Todos nos equivocamos, y lo que debería avergonzarnos no es la equivocación o el que se sepa, sino el no saber reconocerla y rectificar a tiempo. En ningún caso está justificado aislarse o cavar trincheras. Si cada vez que he cometido un error hubiera hecho algo parecido, aún estaría en una isla desierta u oculto bajo tierra.

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