martes, 25 de noviembre de 2014

BUENAS NOCHES

Escribimos desde y sobre el dolor, porque continua vivo en la memoria y no se calma ni se olvida jamás. La alegría, en cambio, es tan leve y frágil como un sueño y no cala en lo más hondo. Antes de que queramos darnos cuenta se va difuminando, se esfuma, se apaga, y con el tiempo sus vaporosos pétalos acaban convertidos en espinas. Nadie se identifica con ella, porque es patrimonio exclusivo de quien la siente, y pocos saben o quieren compartirla. Al que sufre le son indiferentes los jolgorios ajenos, y es de mal gusto celebrar fiestas en un duelo. Donde hay penas y lágrimas están demás las risas. De los muchos poemas que recuerdo, ninguno es alegre.
Por si fuera poco, las fechas que se aproximan, tan entrañables antaño, son tristes recordatorios de épocas y personas que quedaron atrás. Ni el alcohol ni los dulces logran borrar o endulzar lo perdido. Afortunados aquellos que se aferran a la tabla del Carpe diem y al optimismo. Yo no puedo y naufrago, una vez más, en la nostalgia. Sin rencores, reproches ni remordimientos, voy dejando que transcurran los días, las felicitaciones, los buenos deseos, hasta alcanzar la orilla del nuevo año. En ella podré seguir juntando letras, leyendo, escuchando música, compartiendo el día a día con mis amigos, sin almuerzos ni cenas de compromiso. lotería, guirnaldas, burbujas y regalos. Prefiero ser yo mismo sin que nada ni nadie me cambie el paso, y sonreír cuando me venga en gana, no para quedar bien. En fin, antes de que me alcance la vorágine, me retiraré a mis cuarteles de invierno. Contra el desenfreno, la euforia y el despilfarro, el campo y la naturaleza son el mejor antídoto. 



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