Me gusta viajar por la acharolada piel de interminables serpientes
bañadas de luz. Dejando atrás lugares en los que nunca he estado ni estaré. Sin
tener claro a donde quiero ir ni cuando voy a parar. Hombre y máquina, como un
centauro desbocado que atraviesa veloz la noche sin propósito alguno, por el
mero placer de correr y alejarse. De pronto, el horizonte comienza a blanquear
y al poco, sangra. Entonces, el centauro, cansado y jadeante, se detiene a ver
amanecer. Después, solo o acompañado, con o sin beso de buenos días, regreso a
casa con la estimulante y placentera certeza de estar vivo y ser dueño absoluto
de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario